La flor

Se mueven cosas, se mueven porque la vida es movimiento. Parémonos un momento y observemos este pensamiento. «La vida es movimiento», desde que nacemos hasta que morimos no paramos de vivir el movimiento en nosotros y en lo que nos rodea. La propia naturaleza es puro movimiento, lo vemos en sus ciclos, en las estaciones, en el mundo animal, vegetal, no para, es un constante ir y venir. Nosotros los seres humanos que vivimos también dentro de esos ciclos, a veces se nos olvida y nos quedamos en nuestro mundo pequeño, solo veo lo que a mi me pasa, lo demás no soy capaz de verlo, no veo cómo envejecen mis padres, cómo envejecen mis animales domésticos, el tendero de la esquina, bueno a veces sí que lo vemos, sobre todo cuando nos encontramos con un amigo después de mucho tiempo y pensamos -¡Qué mayor está!, él/ella sí, yo no.

Quiero observar esto para darme cuenta que todo es cíclico, ya sé que alguno pensará, -¡Vaya novedad que está contando esta ahora, si eso ya lo sé yo! Sí, ya sé que lo sabes, pero yo no, quiero decir, lo sé, pero no soy consciente de ello, lo mismo que observo cómo envejece la gente que está cerca de mi vida, también están los niños que se hacen jóvenes y que se vuelven independientes buscando su hilo, el hilo que hace nada estaba unido a la trama en la que se encontraban sus padres. Todo cambia, todo se mueve, nada es para siempre. Si es así, ¿para qué preocuparnos? Lo mejor es dejar que la vida, que es muy sabia, siga su curso, y nosotros dejarnos llevar por su inmensa sabiduría.

Esta flor está bordada desde un principio, su capullo, para llegar a convertirse en una bonita flor. Lleva su tiempo, el de la elaboración más el del reposo, dejar que se impregne de los cuatro elementos; el fuego, la tierra, el agua, el aire, y así cuando la persona que reciba como regalo esta flor, no sólo recibirá una flor bordada sino también todo un mundo de intenciones bordadas dentro de sí.