25 de enero de 2022
Martes de un enero de un año. No sé… me pasa que tengo la sensación que lo que hago no está bien hecho, es como si sintiera que una de mis neuronas o un grupo de ellas han decidido ir a su bola, es decir, que han decidido ir por su cuenta y hacer caso omiso a las órdenes del superior.
Me pasa cuando he de hacer un trabajo minuciosa, pongamos un punto de bordado, yo miro el libro y mi mente capta la imagen, cojo la tela, enhebro la aguja y comienzo a bordar el punto, cuando acabo vuelvo a la imagen del libro y de nuevo a mi bordado y entiendo que no tienen mucho que ver.
Me pregunto si la persona que bordó para la foto del libro tuvo que hacer más de un bordado del mismo punto para que saliera perfecto, o a lo mejor he de asumir que un grupo de mis neuronas se proclaman en rebeldía y se niegan a seguir las normas. Bueno, un poco sí que soy así, me cuesta mucho hacer lo que sea, que salga perfecto, pero también es contradictorio porque me considero una persona muy autoexigente y quiero que esté todo perfecto, pero no me sale.
Valoro mucho, en serio, esos trabajos tan perfectos, tan bien hechos que han salido de unas manos bordadoras, hablo del bordado, pero también podría ser los jerséis tejidos, ropa hecha a mano, en definitiva todo aquello que a mí me conmueve.
Me quedo con una frase de Manuel Vicent que tiene que ver más con mis neuronas rebeldes que con las obedientes.
“La perfección es muerte, la imperfección es el arte”.
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