Llegó un día el virus a nuestra casa, la verdad es que no le habíamos invitado, pero se presentó por sorpresa, con lo cual nos pusimos todos a su servicio, es decir, todo giraba en torno a él, es bastante egoísta el chico, sólo quería atención exclusiva y por ello no podíamos salir de casa porque parece ser que es algo celosillo y no quiere que te relaciones con nadie, solo con él. Transcurrieron diez días que es lo que me han contado que necesita para convivir con una familia. Se fue el virus, no sé si contento o no, pero en el fondo le agradezco su presencia porque me ha hecho reflexionar, y mucho. El ritmo del día a día cambia y en lugar de entrar en los lamentos y preocupaciones, aunque esto último sí que estuvo los primeros días, después de encontrar soluciones (bendita homeopatía por mucho que algunos no entiendan) dio tiempo para eso, para pensar y observar. Espera que están llamando a la puerta, ¿ quién será ahora ?, anda ¡si es la Navidad!, pasa, pasa…
Y ahora mismo el virus no está, y la Navidad está casi con un pie dentro y otro fuera, no está muy segura de irse, yo la entiendo, se lo ha pasado tan bien… la familia, la noche vieja de locos, bailando sin parar, comidas, cenas, regalos, paseos, cafés interminables…, pero casi la estoy convenciendo para que se vaya. Le he dicho que el año que viene seguro que será distinto, ¿mejor?, no lo sé, eso dependerá de cada uno de nosotros cómo queramos vivirlo.
Recuerda, para este nuevo año que acabamos de estrenar, hay un lema y es el siguiente:
Todo dependerá de cómo quieras vivir los acontecimientos en tu vida.
Chin Pun
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