18 de octubre de 2022
He retomado la natación. No volvía a meterme en la piscina cubierta desde el pasado junio. Fue una despedida deseada, muy deseada, enfatizo porque sentía que no llegaba, es decir que me ahogaba. Sí, estaba en una piscina cubierta rodeada de gente y de monitores, pero yo me ahogaba.
A mi encantadora profesora, cuyo nombre voy a omitir por aquello de la privacidad, sí encantadora profesora, es verdad, es un encanto de persona y no podía haber tenido una profesora de natación más comprensiva que ella para esta pobre mujer que se ahoga con cuatro largos de resistencia.
Ahí quería yo llegar, la RESISTENCIA, eso es lo que decidió introducir en el último mes de la temporada, como para cerrar el ciclo y ponernos a prueba de nivel. Yo como podrás haber intuido, es fácil con tanto repetir “ahogo” pues eso, que no llegaba, así que cuando faltaba una semana para las vacaciones, yo las adelanté y me despedí con una excusa de esas típicas de escolares como que me duele la tripa o es que mi familia y yo nos vamos de vacaciones.
Hoy he vuelto, y no he dormido en toda la noche. Mi mente solo tenía un mensaje, bueno dos RESISTENCIA y AHOGO. Ha sido horrible, no sabes la de meditaciones, respiraciones, visualizaciones, mensajes positivos, mensajes de fuerza, he invocado a Dios, a mi Yo Superior, al agua y no sé qué ni a quién más para que hoy mi primera clase después de tres meses fuera suave y, sí ha sido suave, bueno muy suave no, pero mejor de lo que yo esperaba sí.
Lo único es que soy la última en salir y la última en llegar. Me siento como una tortuga y mi pregunta es ¿llegaré algún día la primera?
No tengo ni idea. Ahora sí que hay una cosa clara que yo voy a seguir haciendo respiraciones, visualizaciones, meditaciones, invocaciones, decretos… pero con las gafas de natación puestas para que haga más efecto.
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